Los estados depresivos

Introducción

Según la OMS, 121 millones de personas sufren de presión en el planeta y la cifra va en aumento, es una cifra fría y su valoración está sujeta a múltiples variables difíciles de considerar por lo cual voy a intentar comenzar utilizando este dato como que les consta a las autoridades sanitarias y que es una alarma de la que se nos informa y advierte, en sí no habla del tipo, causa, posición geográfica más proclive, rango de población más expuesto por edad, sexo…tipos de cultura, religión, profesiones etc. ni tampoco de la duración, prevención, o tratamiento en cada fase. Si parece probado genéricamente que la felicidad combate los estados depresivos, pero también combate la enfermedad en general.

Para poder hacer una diferenciación clara del planteamiento de este artículo, que será relativo a “estados depresivos” y no a la  “depresión”, primeramente abordamos la definición.

Depresión

Proviene del latín significa abatido o derribado. Habla de una caída, un hundimiento o socavón. Lo asociamos a periodo donde en la persona predomina sentimientos de tristeza, melancolía, y dolor recurrentes en el tiempo que no permiten la función, expresión, relación, homeostasis de la persona, teniendo afectación por tanto en su vida cotidiana y funciones vitales, como sueño, alimentación, relación… y que normalmente de no remitir será tratado, si su entorno social lo permite, con medicina psiquiátrica, atención psicológica, y farmacología antidepresiva a fin de recuperarse  según nuestra medicina. En los tratados psiquiátricos son miles los procesos descritos, diferentes enfoques de la enfermedad mental depresiva y se cuentan por centenares los diferentes procesos y descripción de vías terapéuticas. Es por lo tanto una enfermedad de la mente que es considerada psiquiátrica en estado avanzado con afectación psíquica y somática donde el medio será determinante junto con otros muchos factores.

En fases iniciales se van a dar al menos 2 de los 3 factores más comunes:

-Desánimo, desesperanza, y bajo humor diario  mantenido en el tiempo.

-Desinterés por actividades y hobbies donde anteriormente se estaba a gusto por tanto abandono de vías de evasión, aficiones…

-Desvitalización, fatiga, falta de energía, cansancio psíquico y físico, rostro apesadumbrado, comunicación verbal dificultosa, pesimismo…

Estos tres valores van asociados a emociones encontradas como culpabilidad, arrepentimiento, odio, desesperanza, apatía… que frecuentemente desembocan en trastornos de la alimentación, abandono personal, adicciones, impasividad, insomnio, alteración de las relaciones humanas, delirio, y en cuadros extremos tendencia de autolesión o suicidio.

Existen procesos endógenos, exógenos y hay tablas de evaluación psiquiátrica que no vamos a exponer pues como ya mencionamos no es el objeto de este trabajo.

Estado depresivo 

A diferencia de la depresión el estado depresivo nos marca un estado que puede ir desde un instante a prolongarse algo más en el tiempo, podemos deducir de dichos estados que no se alargan demasiado en el tiempo y que generalmente tienen como huéspedes tanto a hombre como a mujeres , quizás tiene más incidencia sobre mujeres, (ampliaremos este dato más adelante), sobre todo en zonas más desarrolladas, ciudades más grandes, con más población y podría estar ligado a múltiples factores que muy probablemente tienen que ver con las relaciones personales, relaciones sociales, decepciones, desamor, exigencia, competitividad, problemas laborales, metas y objetivos.

 Su consecuencia general en el estado de animo de la persona que lo sufre se traduce en tristeza, inactividad, decaimiento, apatía, bajo animo… limitando el disfrute  que ofrece la vida, pero aún sin tratamiento la persona es capaz por si misma de regresar a la estabilidad por medios de homeostasis natural generalmente. Aún en estos estados no hay afectación patológica mental como tal.

“El DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) clasifica a los fenómenos y estados depresivos como Trastornos del Estado de Ánimo, ya que se caracterizan por marcadas desviaciones del estado de ánimo.

Los criterios del DSM-IV indican que se trata de un estado de ánimo deprimido, triste, desesperanzado en extremo la mayor parte del día y que dura al menos dos semanas, acompañado por una marcada perdida de interés y de la capacidad de disfrutar y experimentar placer en casi todas las actividades de la vida”.

Históricamente:

Los estados depresivos acompañan a la humanidad, y ya sea con  remedios herbales, astrología, chamanismo, rituales,… han sido tratados con mayor y menor éxito, pero lo importante es que viene de muy atrás en la historia que las personas atraviesen periodos más o menos agravados de cansancio, falta de energía, flojedad, a veces achacado a perfiles de gente sin sangre, vagos, o excéntricos, enfermedad humoral, asociales…siempre hubo un porcentaje de la humanidad padeciendo este tipo de estado depresivo rotativo, puede afectar a cualquiera y todos estamos predispuestos a estos estados las relaciones y el medio son atemporales.

“En el siglo IV a.C. Hipócrates comenzó a analizar este «estado de ánimo pasajero» y concluyó que era una enfermedad que provenía de uno de los cuatro humores corporales (bilis negra) y fue a partir de entonces que se le comenzó a dar más importancia a este trastorno.

Un siglo después Caelius Aurelianos (siglo V) apoya la descripción de Hipócrates afirmando que la bilis negra era la causa de la melancolía y que la depresión su efecto.

Otros pensadores como Galeno de Pérgamo (131-201) describen a la melancolía como una alteración crónica que no se acompaña de fiebre y que presenta síntomas como temerosidad, suspicacia, misantropía y cansancio de la vida entre otros.

Santo Tomas sostenía que la melancolía era producida por demonios e influencias astrales e incluso que era a causa del pecado de pereza.

Todas las descripciones que se hicieron fueron un gran principio para tomar a la depresión como una enfermedad que atacaba a cualquier persona, por lo cual debía de ser tratada.

En 1621 Robert Burton publica un tratado llamado «Anatomía de la melancolía» en el cual era fácil identificar los estados depresivos, y después Bonetus en 1679 escribe sobre la «Manía de la melancolía» y en otra publicación de 1686 habla acerca de la relación y significación etiopatogénica existente entre la melancolía y la manía.

A su vez y en relación con las causas de la depresión, Philippe Pinel a principios del siglo XIX, señaló como causas posibles de la melancolía en primer lugar las psicológicas y en segundo las físicas.

Conforme fue avanzando el tiempo los conceptos y términos utilizados para referirse a la melancolía o depresión eran más acertados y específicos. Así finalmente melancolía es aceptada como concepto de depresión que lleva a otros más que especifican las diferentes ramas o clasificaciones de ésta; como se demuestra en la primera cuarta parte del siglo XX en donde los conceptos se desglosaban en ansiedad, depresión, histeria, hipocondría, obsesión, fobia y trastorno psicosomático entre otros”.


Abundando en Hipócrates, en la Grecia antigua el paradigma médico, viene unido a la teoría hipocrática de los humores: Sangre, flema, bilis amarilla, bilis negra; y el temperamento de una persona era medido por el equilibrio que pudiera haber entre dichos humores, pero Hipócrates no solo vio estas variaciones constitucionales individuales humorales sino que arrojó teorías que todavía hoy, (aunque genéricamente) son válidas en lo relativo a la alimentación e higiene de vida por ejemplo.

Emilio Vega.